Un ego descompuesto, podrido en materias estratégicas como un accidente logístico, una mirada curva, como una serpiente al desplazarse por los guijarros de Koh Hingham, una dosis de exitismo, compensado por pequeños hechos enaltecidos de coincidencias y aciertos desconocidos, frases groseras que suenan como el murmullo que hacen las sabanas cuando la cena está servida y nuestros cuerpos no tienen prisa, pluriculturalidad que prescinde de las personas, la palabra superflua de cada discusión, la inseguridad catalogada según la cantidad de X antes de una L, un descontento que ya no existe, pero existió y existirá después. Esto último es similar a detener el tiempo, aunque para otros significa ver el tiempo avanzar. Cuantas maneras más debo derrumbar para socavar en el viento que corre en primavera, yo solo quiero volar y seguir mirando lo que ocurre desde mi propio punto.
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