miércoles, 8 de diciembre de 2010

prietas

_    Javiera, una chica de tan solo 19 años de edad, estudiante de enfermería en una universidad privada ubicada en Santiago de chile, tenía una adicción imposible de explicar.

Parte de su practica profesional consistía en bañar ancianos, vender farmaceuticos y lo que más le fascinaba; sacar sangre con una gran jeringa a pacientes de un hospital publico llamado "El Salvador". Su afición la provoca ver el flujo de la sangre; roja como un copihue, circulando por cada milímetro de la lavativa drenandose como un típico grifo abierto del cerro santa lucía. Su anhelo por extraer sangre era tan gigantesco que comenzó a practicar consigo misma, suministrándose la aguja mas ancha que encontraba en su inventario en ambos brazos, formándose verdaderas bolas de pus al descontrolarse o, algunas veces, caía desmayada.
En sus peores momentos encontraba la soledad que tanto odiaba, la misma que sus compañeros, aterrados con el comportamiento y las practicas insalubres de aquella chica le otorgaban en cada clase. Sintiéndose provocada por la diferencia social que claramente la aislaba del mundo, comenzó a adoptar animales de la calle. Cada noche salía a caminar por su barrio en busca de perros y gatos, los que acercaba a ella con un puñado de alimento para mascotas o un plato de leche tibia. Luego de que estos la seguían a su casa, los adormecía con anestesia neuroaxial, bloqueando cualquier impulso nervioso de los animales para así extraer toda su sangre despaciosamente y conservar esta en un registro casero.

Al darse cuenta de lo enfermizo de su actuar, comenzo a averiguar sobre algún tratamiento que se entregara en el hospital para personas con adicciones dignas de un manicomio.
Un día, al ser descubierta por un doctor del lugar robándose jeringas, punzó a cuanta persona se le acercara, logrando escapar con cada de una de sus jeringas copadas de sangre, en diferentes colores y densidades. Al llegar a casa y sentir el putrefacto olor de los animales muertos, notó que ya causaba sospecha y desconfianza de los vecinos. Desesperada en su incondicional afán de extraer sangre, mutilo a los mamíferos dejándolos practicamente molidos, liberando una pequeña sonrisa que extrajo una pésima idea que circulo por su cabeza, causada por su apetito al ver aquel acto. El plan era terrorífico y sencillo: Comerse a los animales y tragar cada gota de sangre... 


 "El sueño de todo loco es, comer algo que tenga su propia carne y sangre."