jueves, 14 de abril de 2011

EL PEQUEÑO CREDULO

En la calle de Juan Moya, caminaba un pequeño niño llamado Otiso. El era crespo, fanático de los árboles y muy conversador.
Al detenerse para sentarse bajo un olivo, se puso a pensar en sus problemas, los cuales él tenía por creer tanto en la gente. A él le mentían demaciado y se aprovechaban de su credulidad por sobre las personas. Estaba triste y se sentía traicionado por si mismo, ya que, a pesar de toda la pena que sentía por estos sucesos, el no dejaba de creer en las personas por merito únicamente propio.
En un momento, el pequeño agachó la vista y se cayó una lágrima. Sentía impotencia al no entender por qué existía gente que mentía, que le ilusionaba el corazón y luego se burlaban, personas que simplemente lo abandonaban.
Cuando se levantó del pasto, vio un payaso que lo observaba fijamente sentado cruzando los juegos del parque. El pequeño Otiso sintió temor al imaginarse que era un psicópata, así que comenzó a caminar hacia su hogar.

El payaso rápidamente se levantó y corrió tras el pequeño. Otiso miró hacia atrás y de un susto corrió sin parar hasta llegar a la acera, sin poder cruzar por el trafico automovilistico. El payaso lo alcanzó y al tocarle el hombro le susurró al oído con una dulce voz "¿Tú confías en mi?". El niño suspiró y capto que el payaso solo buscaba una conversación, así que, caminando hacia él parque le respondió "'Por supuesto que sí, sr. payaso! ¿Como estas?". El payaso le respondió "mmm... algo solo, necesito compañía por un momento, ¿tú conversarías conmigo?" el pequeño aceptó e invitó al payaso a sentarse bajo su árbol favorito, el sauce llorón.
El payaso comenzó a contarle chistes y a formar cosas muy ingeniosas con globos, lo que hacía que el pequeño riera sin parar. Otiso, con una sonrisa inundada en alegría le dijo al payaso "Me encantaría aprender a ser un payaso como tú, para así ayudarte a sacarle sonrisas a las personas de la misma forma que lo hiciste conmigo". Al payaso le causó mucha gracia el comentario y se río a carcajadas. El niño, aun sonriendo, no entendía cual fue la gracia de su sincero y energético comentario hasta que el payaso le dijo nuevamente "¿Tú confías en mi?". El pequeño, asombrado por la pregunta le respondió "Por su puesto señor, lo admiro demaciado". El payaso lo miró a los ojos y le grito "¡¡andate pequeño imbécil, eres un tarado!!". Otiso se despidió y muy triste se fue a su casa.
Llegó a su casa y no dejaba de pensar en el payaso, lo encontraba genial aunque algo extraño.
Al sacarse los pantalones para vestirse de pijama, se dio cuenta que le faltaba su celular y su billetera. Otiso enseguida pensó "se debe haber caído en el parque" y muy preocupado, se acostó a dormir.

A las diez de la mañana se levantó y fue hacia el parque. Miró bajo ambos arboles y no encontró nada, solo una nariz de payaso. Al recogerla , se sentó bajo el árbol y comenzó a buscar con la vista al payaso para devolverle su preciada nariz.
Pasó una hora, dos, luego tres y el pequeño seguía ahí esperando al payaso, dispuesto a no irse hasta devolver el objeto de valor hasta que, por arte de magia, apareció el payaso atrás de él preguntándole "¿mocoso, has visto mi nariz por ahí?" a lo que el niño le estiró la mano con la nariz y le dice "aquí está, trata de ser mas cuidadoso que cualquier persona pudo haberla encontrado y no creo que te haya esperado tantas horas para devolvertela... ahora ¿Por casualidad no has visto una billetera de mickey y un celular negro?" El payaso algo borracho, lo miró y lanzó una risa que se podía escuchar hasta cinco cuadras mas distantes. El pequeño algo nervioso le volvió a hacer la misma pregunta y el payaso le respondió "lo siento pequeño, pero yo no la he tomado. ¡Ahora andate! pero antes mira este truco" y con ambas manos armó un animal de globo para regalárselo. El pequeño muy alegre se fue a su casa pero al girar la llave en el cerrojo, notó que ya no tenía su reloj. Se devolvió rápidamente y caminó hasta donde estaba el payaso. Le preguntó "Has visto mi reloj? es uno plateado con dorado. Si no lo has visto, ¿me ayudarías a buscarlo amigo?" el payaso anonadado por la ingenuidad del niño, atinó a correr y se perdió de la vista del pequeño Otiso.
Al no entender el por qué de su corrida pensó que, tal vez, el payaso si sabía donde estaban sus cosas.-

Pobre Otiso. Nuevamente alguien, a quien deseaba tener como un cercano, lo había engañado... nuevamente había perdido su tiempo, pero como la vida continúa, nunca dejó de creer en las personas... así su corazón por muy dañado y parchado que estuviese, nunca se envenenó.-